domingo, 1 de diciembre de 2013

Dilemas étiKos de la vida cotidiana

 EL DESPIDO

Se quedó unos instantes pensativo mirando por la ventana de su despacho. La lectura de aquel informe anual del ejercicio 2011 le había impactado. En él, la dirección de la multinacional expresaba que los resultados económicos no habían sido los esperados, especialmente en el sur de Europa. No significaba que la empresa estuviera en situación de pérdidas, sino que las previsiones de crecimiento habían disminuido en base a las cifras de los últimos meses. Ante la situación la dirección pedía una rebaja drástica de los gastos en algunos países, y en concreto en España, por lo que se hacía necesario el despido de al menos dos personas.
Ignacio llevaba trabajando en aquella empresa más de dieciocho años y no podía creer lo que estaba pasando. Desde que entró había valorado muy positivamente el trabajo que se realizaba allí; le parecía que los empleados eran serios, responsables y eficaces y que la empresa marchaba bien, teniendo en cuenta el contexto de crisis que reinaba en el entorno.
Pensó en sus compañeros; cuatro de los catorce que estaban en plantilla, habían entrado hacía menos de un año dejando sus anteriores trabajos en aras de un proyecto ilusionante. “¡Qué injusticia!”, pensó. Y sintió que algo se encogía en su interior. “¡Les habían engañado con promesas vacías sin tener en cuenta sus vidas, como si no les consideraran seres humanos..!”
Y a los que habían entregado años de trabajo y esfuerzo a aquella tarea, ningún reconocimiento, ni el más mínimo detalle. Se sentía traicionado y decepcionado ante unas perspectivas que habían resultado ser falsas.
Estaba decidido; salió al pasillo y se dirigió al despacho de su jefe inmediato, director para España de la empresa.
-“No podéis despedir a los nuevos”, “Si tienes que despedir a alguien, me ofrezco para ser yo quien se vaya”.
- “No, Ignacio, no voy a consentir eso”. “Tiene que haber otra fórmula; la empresa está obteniendo beneficios…Hablaré con los de arriba. No entiendo nada”
Mientras tanto se había corrido la voz; se formaban corrillos en los pasillos y en los despachos. Todos estaban indignados. Se extendía la idea de que tenían que unirse y no permitir que echaran a nadie. “¡O todos, o ninguno!”
Pero las situaciones personales, los miedos y la inseguridad general, fueron debilitando los ánimos de lucha conjunta. El ambiente estaba cada vez más tenso.
Pasaron algunos días y en esta ocasión fue el director quien se acercó al despacho de Ignacio para compartir con él una decisión que había tomado en solitario. Quería presentar una propuesta alternativa a sus superiores: Reducir todos los salarios, incluido el suyo en un 10% hasta que la situación se recuperase y las cifras volvieran a mostrar los buenos resultados que la Compañía exigía.
Todos estuvieron de acuerdo en aceptarla como medida provisional, aunque no les convencía demasiado. El jefe obtuvo el visto bueno de sus superiores y se firmó un contrato-moratoria hasta finales del 2012, en el que se decía que si se recuperaban los resultados volverían a percibir su anterior nivel salarial.
Pasado este momento difícil, el trabajo volvió a la normalidad y las cifras comenzaron a crecer, con buenos resultados. A finales del 2012 todos recuperaron su salario original.
Habían pasado los tres primeros meses de 2013. Era una mañana soleada y fría de primavera. Ignacio, mirando pensativo por la ventana de su despacho, tenía la sensación de estar repitiendo una escena.
El informe recibido que descansaba sobre su mesa indicaba que los beneficios previstos para el año en curso serían aproximadamente de un 8% y no el 15% deseable, por tanto la reducción de gastos necesaria supondría el despido de tres o cuatro personas.
En un equipo de personas que de por sí ya estaba ajustado para el nivel de trabajo y facturación existente, era imposible un despido de esas proporciones.
La memoria de su jefe todavía albergaba aquella proposición de despido por parte de Ignacio. Puesto que tenía que elegir a tres o cuatro personas, apesadumbrado notificó en una reunión del departamento a las tres personas seleccionadas para dejar la empresa; despedirían a dos de los más nuevos y a Ignacio.
-“Agradezco enormemente tu generosidad y te prometo hacer todo lo posible para reincorporarte a la empresa si las cosas no te van bien en tu nueva etapa.” Concluyó el director. Y con un apretón de manos y un abrazo, se despidieron en la puerta del despacho.
El día de la notificación de los despidos los rostros y las lágrimas reflejaban la desolación y la tristeza de quienes se iban y también de los que se quedaban sin comprender bien las razones últimas de aquella decisión que les afectaba a todos. Ignacio iba consolando a unos, dando ánimos a otros…Los compañeros, que ya conocían su forma de pensar, se refugiaban en su abrazo con toda confianza. Los de otros departamentos que venían a consolarle, se llevaban la sorpresa de verle entero y sereno.
-“Y a ti, Ignacio, ¿no te afecta el que te despidan?” le preguntó alguien.
-“Sí, me afecta por lo injusto del sistema, pero para mí la vida no depende de un puesto de trabajo en una empresa; intento permanecer libre de ataduras y condicionantes, sobre todo libre del miedo a la pérdida, el mismo miedo que nos quiere trasladar la dirección de estas empresas para aprovecharse de la servidumbre y obtener el mayor beneficio de su negocio al menor coste posible. Es lícito que las empresas ganen dinero, pero si no tienen en cuenta a las personas que las constituyen, en sus derechos y su dignidad; si descompensan la balanza que equilibra las relaciones laborales, acabarán perdiendo ese potencial humano y se hundirán en un plazo de tiempo más o menos largo.”
-“Tienes razón, amigo, y ahora ¿qué vas a hacer?
-“Pues disfrutar de esta nueva etapa de mi vida. Pienso que es una bendición haber estado haciendo lo que he hecho y tener la oportunidad de hacer ahora algo distinto. Aunque más que hacer, siento que lo que ahora me toca es empezar a Ser y a realizar y disfrutar una fase más auténtica de mi programa de vida, con mayor entrega y ayuda hacia los demás, y desde un lado más humano.”

-“¡Qué buena actitud la tuya! ¡Así tendría que ser siempre! ¡Seguro que te irá muy bien! ¡Mira que me dan ganas a mí de despedirme también!
Y con unas risas terminó aquel día tan duro.

Los compañeros que se quedaban sabían que se enfrentaban a una situación estresante y saturada de trabajo. Al poco tiempo se plantaron a la dirección pidiendo más personal, ya que de lo contrario, todo se iría al traste. Se tomó entonces la decisión de contratar por tres meses a una de las personas despedidas, hasta ver como se desarrollaba la situación.

Un mes más tarde, el director miraba pensativo por la ventana de su despacho. Tenía sobre la mesa una notificación en la que se confirmaba la firma de un contrato que garantizaba, junto con otros proyectos conseguidos, el cumplimiento del presupuesto anual en España en tan solo los 6 primeros meses del año. Eso significaba que las cifras de 2013 podían terminar con record histórico de resultados.

Junto al documento empresarial había una carta manuscrita. Era de Ignacio. Entre otras cosas, decía…:

Queridos compañeros,

Mañana dejaré de trabajar en esta empresa. Resulta difícil tratar de condensar en unas pocas líneas los casi 19 años de mi permanencia aquí. Atrás queda mi historia personal, con maravillosos momentos y experiencias que han servido para marcar en mi diario una parte importante e inolvidable de mi vida. Sin embargo, no quiero hablar de despedida. Ya que mi mirada ha de seguir enfocada en el maravilloso camino que tengo aún por delante, prefiero hablar en términos de AGRADECIMIENTO. Agradecimiento a la oportunidad humana que he tenido al compartir con esta familia de compañeros todos estos años, en los que hemos vivido momentos mejores y peores, y de la que me quedaré con la imagen de aquella empresa fiel y comprometida con las personas y sus vidas, de los principios de una Fundación preocupada por el bienestar de sus empleados, las relaciones y el entorno de trabajo, y por el cuidado del medioambiente y la defensa de los valores éticos en todos los contextos posibles.

Espero y de verdad deseo, que se cumplan los objetivos que la empresa se propone, por el beneficio de todos, y por los puestos de trabajo, para seguir manteniendo y cuidando los principios fundacionales de los que antes hablé. Os deseo el mayor de los éxitos, en lo laboral pero especialmente en lo personal.

Por último, aunque muchos ya sabéis cual es mi “hoja de ruta”, para aquellos que queráis tenerme localizado, os dejaré mis datos, así como mi página web en la que podréis encontrar las actividades en las que me centraré a partir de ahora, y que han formado parte de esa otra vida que he cultivado y dedicado durante años, y a la que ahora espero poder entregarme más a fondo, haciendo lo que más me gusta y ofreciendo mi ayuda y entrega a los demás, para hacerles sentirse mejor y llevar una vida plena y equilibrada.

Me tenéis a vuestra disposición para arrimar nuestros hombros y compartir cualquier necesidad desde el corazón. Me marcho agradecido, y os llevo en el equipaje de mis recuerdos. ¡Gracias por formar parte de mi historia!.

Un fuerte abrazo a todos,

Ignacio
Frente a la falta de ética del poder financiero empresarial, está la actitud recta e impecable de personas que, aun siendo afectadas por la apisonadora del poder, son capaces de reaccionar sin miedo, con honestidad y actuando desde el corazón.

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