EL DESPIDO
Se quedó unos
instantes pensativo mirando por la ventana de su despacho. La lectura de aquel
informe anual del ejercicio 2011 le había impactado. En él, la dirección de la
multinacional expresaba que los resultados económicos no habían sido los
esperados, especialmente en el sur de Europa. No
significaba que la empresa estuviera en situación de pérdidas, sino que las
previsiones de crecimiento habían disminuido en base a las cifras de los últimos
meses. Ante la situación la dirección pedía una rebaja drástica de los gastos
en algunos países, y en concreto en España, por lo que se hacía necesario el
despido de al menos dos personas.
Ignacio llevaba trabajando en aquella empresa más de
dieciocho años y no podía creer lo que estaba pasando. Desde que entró había
valorado muy positivamente el trabajo que se realizaba allí; le parecía que los
empleados eran serios, responsables y eficaces y que la empresa marchaba bien,
teniendo en cuenta el contexto de crisis que reinaba en el entorno.
Pensó en sus compañeros; cuatro de los catorce que
estaban en plantilla, habían entrado hacía menos de un año dejando sus
anteriores trabajos en aras de un proyecto ilusionante. “¡Qué injusticia!”,
pensó. Y sintió que algo se encogía en su interior. “¡Les habían engañado con
promesas vacías sin tener en cuenta sus vidas, como si no les consideraran
seres humanos..!”
Y a los que habían entregado años de trabajo y
esfuerzo a aquella tarea, ningún reconocimiento, ni el más mínimo detalle. Se
sentía traicionado y decepcionado ante unas perspectivas que habían resultado
ser falsas.
Estaba decidido; salió al pasillo y se dirigió al
despacho de su jefe inmediato, director para España de la empresa.
-“No podéis despedir a los nuevos”, “Si tienes que
despedir a alguien, me ofrezco para ser yo quien se vaya”.
- “No, Ignacio, no voy a consentir eso”. “Tiene que
haber otra fórmula; la empresa está obteniendo beneficios…Hablaré con los de
arriba. No entiendo nada”
Mientras tanto se había corrido la voz; se formaban
corrillos en los pasillos y en los despachos. Todos estaban indignados. Se
extendía la idea de que tenían que unirse y no permitir que echaran a nadie. “¡O
todos, o ninguno!”
Pero las situaciones personales, los miedos y la
inseguridad general, fueron debilitando los ánimos de lucha conjunta. El
ambiente estaba cada vez más tenso.
Pasaron algunos días y en esta ocasión fue el director
quien se acercó al despacho de Ignacio para compartir con él una decisión que
había tomado en solitario. Quería presentar una propuesta alternativa a sus
superiores: Reducir todos los salarios, incluido el suyo en un 10% hasta que la
situación se recuperase y las cifras volvieran a mostrar los buenos resultados
que la Compañía exigía.
Todos estuvieron de acuerdo en aceptarla como medida
provisional, aunque no les convencía demasiado. El jefe obtuvo el visto bueno
de sus superiores y se firmó un contrato-moratoria hasta finales del 2012, en
el que se decía que si se recuperaban los resultados volverían a percibir su
anterior nivel salarial.
Pasado este momento difícil, el trabajo volvió a la normalidad y las cifras
comenzaron a crecer, con buenos resultados. A finales del 2012 todos
recuperaron su salario original.
Habían pasado los tres primeros meses de 2013. Era una mañana soleada y fría
de primavera. Ignacio, mirando pensativo por la ventana de su despacho, tenía
la sensación de estar repitiendo una escena.
El informe recibido que descansaba sobre su mesa indicaba que los
beneficios previstos para el año en curso serían aproximadamente de un 8% y no
el 15% deseable, por tanto la reducción de gastos necesaria supondría el
despido de tres o cuatro personas.
En un equipo de personas que de por sí ya estaba ajustado para el nivel de
trabajo y facturación existente, era imposible un despido de esas proporciones.
La memoria de su jefe todavía albergaba aquella proposición de despido por
parte de Ignacio. Puesto que tenía que elegir a tres o cuatro personas,
apesadumbrado notificó en una reunión del departamento a las tres personas
seleccionadas para dejar la empresa; despedirían a dos de los más nuevos y a
Ignacio.
-“Agradezco enormemente tu generosidad y te prometo hacer todo lo posible
para reincorporarte a la empresa si las cosas no te van bien en tu nueva etapa.”
Concluyó el director. Y con un apretón de manos y un abrazo, se despidieron en
la puerta del despacho.
El día de la notificación de los despidos los rostros y las lágrimas
reflejaban la desolación y la tristeza de quienes se iban y también de los que
se quedaban sin comprender bien las razones últimas de aquella decisión que les
afectaba a todos. Ignacio iba consolando a unos, dando ánimos a otros…Los compañeros,
que ya conocían su forma de pensar, se refugiaban en su abrazo con toda
confianza. Los de otros departamentos que venían a consolarle, se llevaban la
sorpresa de verle entero y sereno.
-“Y a ti, Ignacio, ¿no te afecta el que te despidan?” le preguntó alguien.
-“Sí, me afecta por lo injusto del sistema, pero para mí la vida no depende
de un puesto de trabajo en una empresa; intento permanecer libre de ataduras y
condicionantes, sobre todo libre del miedo a la pérdida, el mismo miedo que nos
quiere trasladar la dirección de estas empresas para aprovecharse de la
servidumbre y obtener el mayor beneficio de su negocio al menor coste posible.
Es lícito que las empresas ganen dinero, pero si no tienen en cuenta a las
personas que las constituyen, en sus derechos y su dignidad; si descompensan la
balanza que equilibra las relaciones laborales, acabarán perdiendo ese
potencial humano y se hundirán en un plazo de tiempo más o menos largo.”
-“Tienes razón, amigo, y ahora ¿qué vas a hacer?
-“Pues disfrutar de esta nueva etapa de mi vida.
Pienso que es una bendición haber estado haciendo lo que he hecho y tener la
oportunidad de hacer ahora algo distinto. Aunque más que hacer, siento que lo
que ahora me toca es empezar a Ser y a realizar y disfrutar una fase más auténtica
de mi programa de vida, con mayor entrega y ayuda hacia los demás, y desde un
lado más humano.”
-“¡Qué buena actitud la tuya! ¡Así tendría que ser
siempre! ¡Seguro que te irá muy bien! ¡Mira que me dan ganas a mí de despedirme
también!
Y con unas risas terminó aquel día tan duro.
Los compañeros que se quedaban sabían que se
enfrentaban a una situación estresante y saturada de trabajo. Al poco tiempo se
plantaron a la dirección pidiendo más personal, ya que de lo contrario, todo se
iría al traste. Se tomó entonces la decisión de contratar por tres meses a una
de las personas despedidas, hasta ver como se desarrollaba la situación.
Un mes más tarde, el director miraba pensativo por la
ventana de su despacho. Tenía sobre la mesa una notificación en la que se
confirmaba la firma de un contrato que garantizaba, junto con otros proyectos
conseguidos, el cumplimiento del presupuesto anual en España en tan solo los 6
primeros meses del año. Eso significaba que las cifras de 2013 podían terminar
con record histórico de resultados.
Junto al documento empresarial había una carta
manuscrita. Era de Ignacio. Entre otras cosas, decía…:
Queridos
compañeros,
Mañana dejaré de trabajar en esta empresa. Resulta difícil tratar de
condensar en unas pocas líneas los casi 19 años de mi permanencia aquí. Atrás
queda mi historia personal, con maravillosos momentos y experiencias que han
servido para marcar en mi diario una parte importante e inolvidable de mi vida.
Sin embargo, no quiero hablar de despedida. Ya que mi mirada ha de seguir
enfocada en el maravilloso camino que tengo aún por delante, prefiero hablar en
términos de AGRADECIMIENTO. Agradecimiento a la oportunidad humana que he
tenido al compartir con esta familia de compañeros todos estos años, en los que
hemos vivido momentos mejores y peores, y de la que me quedaré con la imagen de
aquella empresa fiel y comprometida con las personas y sus vidas, de los
principios de una Fundación preocupada por el bienestar de sus empleados, las
relaciones y el entorno de trabajo, y por el cuidado del medioambiente y la
defensa de los valores éticos en todos los contextos posibles.
Espero y de verdad deseo, que se cumplan los objetivos que la empresa
se propone, por el beneficio de todos, y por los puestos de trabajo, para
seguir manteniendo y cuidando los principios fundacionales de los que antes
hablé. Os deseo el mayor de los éxitos, en lo laboral pero especialmente en lo
personal.
Por último, aunque muchos ya sabéis cual es mi “hoja de ruta”, para
aquellos que queráis tenerme localizado, os dejaré mis datos, así como mi página
web en la que podréis encontrar las actividades en las que me centraré a partir
de ahora, y que han formado parte de esa otra vida que he cultivado y dedicado
durante años, y a la que ahora espero poder entregarme más a fondo, haciendo lo
que más me gusta y ofreciendo mi ayuda y entrega a los demás, para hacerles
sentirse mejor y llevar una vida plena y equilibrada.
Me tenéis a
vuestra disposición para arrimar nuestros hombros y compartir cualquier
necesidad desde el corazón. Me marcho agradecido, y os llevo en el equipaje de
mis recuerdos. ¡Gracias por formar parte de mi historia!.
Un fuerte abrazo a todos,
Ignacio
Frente a la
falta de ética del poder financiero empresarial, está la actitud recta e
impecable de personas que, aun siendo afectadas por la apisonadora del poder,
son capaces de reaccionar sin miedo, con honestidad y actuando desde el corazón.
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