FANTÁSTICA RESPUESTA ANTE LA INJUSTICIA SOCIAL Y EL ABUSO DE PODER.
Nuestra compañera Carmela González ha sido una de las personas que ha tenido la
oportunidad de participar y compartir la Marcha de la Dignidad en la columna suroeste durante un tramo.
En su artículo "marcha de la dignidad" cuenta como fue ver por primera vez a los manifestantes, caminando con ellos una etapa y compartiendo la rica experiencia de haberles conocido.
MARCHA DE LA
DIGNIDAD
A veces me parece
que hay tal saturación de noticias sobre la crisis, que para no sucumbir en la
densidad de una pantalla, mis ojos registran pero mi mente olvida.
Algo así sucedió con
el “Campamento Dignidad”. Vi la noticia, me pareció interesante, busqué alguna
imagen…Y después ya había otro asunto del que ocuparse. De esto hace más de un
año.
La historia es así:
Un grupo de personas indignadas habían plantado tiendas de campaña frente a la
oficina de empleo en Mérida para pedir la instauración de la “renta básica”. Una
semana después se levantaba el Campamento Dignidad de Plasencia ante la Catedral,
de donde les echaron; entonces ocuparon la Catedral misma y después de negociar
con el obispo, les cedían una sala para desarrollar su labor. Poco a poco, por
toda Extremadura se han organizado nuevos campamentos (Almendralejo, Badajoz,
Don Benito, Rivera del Fresno, Villafranca de los Barros, Fuente de Canto,
Zafra y muchos más). El movimiento se ha extendido por otras provincias y Comunidades
Autónomas como Andalucía, Asturias, Murcia entre otras.
En Extremadura se
han unido al Campamento Dignidad la Plataforma Anti-desahucios y otros
colectivos que trabajan juntos. Han conseguido que prospere una Iniciativa
Legislativa Popular sobre la renta básica y quieren proponerla para todo el
Estado.
Por eso deciden ir a
Madrid andando. Se organizan las Marchas de la Dignidad desde diferentes puntos
del país, incluso de Europa, para confluir el día 22 de marzo en la capital. Allí
se les unirán las diferentes “Mareas”. Me llegó la noticia con un video cuyo
discurso exaltado confieso que me sonaba a antiguo.
Ahora, por esas
cosas del destino, me he encontrado con ellos personalmente. Y os puedo
asegurar que hay una gran diferencia entre ver la noticia y vivir la realidad.
Quizá es uno de los males de esta era de la información, que nos avoca a
confundir la noticia plana con la realidad siempre compleja.
Me encuentro con un
amigo del pueblo donde vivo y me dice que los de la Marcha de la Dignidad llegan
al día siguiente a Oropesa (un pueblo a 20 km) y que no hay gente para
acogerles ni para prepararles algo de comer. Quedamos al otro día un grupito por
la mañana en una casa para preparar cena y desayuno para cincuenta personas;
cada uno llevará algo de su huerto, de su despensa…
Con un sol radiante,
improvisamos una cocina en el porche y nos ponemos manos a la obra. Momentos
ricos, de charla, musiquita, compañerismo…Colaborar nos llena de alegría y se
nota en el ambiente.
Por la tarde
cargamos los “perolos” en un coche y nos vamos a Oropesa de Toledo. Les vemos
llegar. Portan banderas de diferentes colores; caminan con dificultad; parecen agotados;
han caminado 35km desde Navalmoral de la Mata, donde el alcalde no les ha
dejado local para dormir y al final se han refugiado en la sede de CCOO.
Hasta las 21,30h no
pueden entrar en el polideportivo donde les dejarán dormir, esta vez sí, en
Oropesa. En la misma plaza del pueblo, en medio de una terraza con mesas donde
nos acabamos de tomar algo todos juntos, se organiza la asamblea. Algunas
personas del pueblo se acercan, otras miran recelosas. Empieza a refrescar.
Los de la marcha cogen
el megáfono y por turnos explican las razones de su decisión de ir a Madrid. Piden
trabajo digno para todos; una renta básica que cubra las necesidades mínimas de
las familias; vivienda, agua, luz y gas como derecho universal; servicios
sociales para todas las personas y una auditoría sobre la deuda del país. Algo
muy razonable y humano.
Al día siguiente mi
compañero y yo decidimos salir a caminar con ellos. La etapa de unos 23km va de
Oropesa a Calera y Chozas.
Por el camino
ambiente alegre. Chistes, risas, bromas…caminamos a buen ritmo, marcado por los
jóvenes que tiran con fuerza del grupo, formado por una representación de
diferentes generaciones. Cuando caminamos por la vía de servicio muchos coches
y camiones saludan con sus bocinas.
Hablo con Manuel; me
explica que para ellos la renta básica no debe ser una prestación social, sino
el derecho de todo ser humano a vivir dignamente. Han conseguido que el
Parlamento de Extremadura apruebe, aunque con recortes, empezar a pagar la
“renta básica de inserción” a 8.000 familias, de las cuales hasta ahora solo
han accedido a la ayuda algunas decenas, por la cantidad de papeleos que
requieren.
Seguimos caminando y
Petri me cuenta que cada día se pone en la calle con una mesa que le dejan en
un bar a resolver los problemas que la gente trae para ver si los del Campamento
Dignidad les pueden ayudar. Y son muchos. Amenazas de desahucio, gente que hay
que realojar, cortes de luz, niños desnutridos, madres que se desmayan en la
calle porque, para dar algo de comer a sus hijos, se quedan ellas anémicas,
parados que ya no pueden aguantar más viendo a sus hijos llorando de hambre,
hambre, hambre. “Te digo que hay mucha gente pasando hambre. Y nos podrán
quitar todo, pero la dignidad no nos la quita nadie”.
Paramos a tomar un
segundo desayuno en un bar de carretera. La encargada de intendencia saca pan,
chorizo, mortadela, queso...“Todo esto nos lo van dando en los pueblos”,
comenta mientras hace bocatas para unos y otros. Aparecen dos policías de paisano
que se interesan por la marcha y charlan con Manuel sobre la crisis. Hay un
rifirrafe entre los jóvenes y el dueño del bar que hace algún comentario
ofensivo mientras luce un llavero con la bandera preconstitucional. Las mujeres
aplacan los ánimos y seguimos caminando.
Voy hablando con
Diego, Carlos, Paco, Julio…de la vida, de sus vidas, de la crisis y de cómo
crece la solidaridad entre la gente. Sienten que no tienen nada que perder, que
luchar por sus derechos y por los de todos, en lugar de quedarse en casa
lamentándose, les devuelve la dignidad y también dicen que solo les pueden
matar una vez y que van a por todas.
Entre todos acumulan
multas por valor de más de 200.000€ por sus acciones reivindicativas, pero está
claro que han perdido el miedo; o como dicen ellos “nos han quitado todo…hasta
el miedo”. Han descubierto su poder y eso ha cambiado sus vidas. Saben por
propia experiencia que “sí se puede”.
Unos kilómetros
antes de llegar a Calera aparece un coche y se bajan unas mujeres jóvenes que
vienen a recibir la marcha. Prometen curar las ampollas y aliviar las lesiones
a los que lo necesiten. El grupo entra en el pueblo ante la mirada atónita de
algunos paisanos, cantando por el megáfono retahílas como:
Sí, sí ,sí, nos
vamos a Madrid
Luz, agua y gas
derecho universal
Un desahucio, una
ocupación
Otro desahucio, otra
ocupación
No hay dinero? Lo
tienen los banqueros
Donde está el
dinero?
Lo tienen los
banqueros
Ya en el pueblo nos
conducen al polideportivo donde nos ofrecen una monumental paella y donde van a
dormir los caminantes.
En la comida Ángeles
me habla de su casa; está muy contenta porque antes vivía en la calle; dice que
la tiene muy bonita; me enseña fotos en el móvil; es la única inquilina en un
bloque abandonado y saqueado; el suelo es de cemento, no tiene luz ni agua pero
se apaña con la ayuda de los compañeros del Campamento Dignidad; el piso se lo
consiguieron ellos; come poco porque le faltan dientes, pero sus ojos de águila
están muy abiertos.
Llega la despedida.
Nos abrazamos como si nos conociéramos de toda la vida. Nos agradecen el
haberles acompañado un tramo; se sienten apoyados y eso les da ánimo. Mañana
seguirán caminando. No hay quien los pare.
¡Adiós compañeros! Os
llevo en el corazón.
¡Nos vemos en
Madrid!
Para mí “Campamento
Dignidad” ya nunca más será parte de una noticia plana.