miércoles, 26 de marzo de 2014

EL COLOR DE LAS BANDERAS


Era el 22 de marzo de 2014. 


Desde por la mañana se notaba movimiento en el ambiente del centro de Madrid, del Parque del Retiro y de los barrios periféricos; algo diferente a cualquier sábado; gente distinta a la de siempre, con pancartas enrolladas, banderas recogidas, mochilas, bocatas…


Habían anunciado lluvia, pero el cielo, condescendiente con la convocatoria, decidió dar paso al sol que, animado por lo que veía en la tierra, dejaba jugar al viento con las nubes.
Algunas horas antes de las cinco de la tarde, se escuchaba en la glorieta de Atocha aire de canciones reivindicativas, creadas para la ocasión, que los cantores se sabían de memoria.
Tertulias improvisadas en los bancos de la Cuesta de Moyano y del Paseo del Prado, coloreaban el escenario gris de las aceras.

Y poco a poco los grupos de personas convocadas iban tomando posiciones en la amplia calzada del Paseo, completando un puzle de formas alegres y voces diversas. Estaban las columnas de la Marcha de la Dignidad, estaban las diferentes mareas que han estado luchando por mantener los servicios sociales, estaban las plataformas que han conseguido parar desahucios y atropellos, estaban los colectivos afectados por la falta de humanidad del sistema…Estábamos personas anónimas, que queríamos decir “¡basta!”a la locura que nos gobierna y expresar nuestra fuerza pacífica como ciudadanos responsables.
Y allí aparecieron las banderas, cada una con su diseño, cada una con sus colores, cada una con su mensaje.

Empezamos a caminar lentamente, mezclados con un río de tela azul largo y caudaloso.
De los megáfonos salían canciones nuevas y también antiguas, de las que cantábamos en los años 70. Y los carrocillas nos mirábamos asombrados de estar, cuarenta años después, en una situación tan parecida.

Las voces avanzaban, se mezclaban, se contagiaban, se unían: “El agua no se vende, se defiende” “A-Anticapitalista-A”, “Los niños robados serán encontrados”, “No hay pan para tanto chorizo”, “Sanidad pública”,” No a la reforma laboral” “Escuela pública”, “Incompetentes…son unos incompetentes…incompetentes” a ritmo de Guantanamera.
Como en una marea de mareas, como en un mar de olas sonoras, avanzando lentamente hacia allá donde la vista no nos alcanzaba. Y más y más gente, uniéndose al océano. Todos a una, con un sentimiento común. Aún no formulado.

Y las banderas, con formas y colores diversos, parecían haber perdido su sentido. Me preguntaba… ¿De qué color sería la bandera de la indignación? ¿Y la de haber perdido el miedo? ¿Qué color tendría la bandera de la solidaridad entre las personas? ¿Y la bandera de la confianza en nuestro poder? ¿Cómo pintaríamos la bandera de los sueños? ¿Y la de la utopía? ¿Qué color imaginamos para la bandera del cambio de conciencia?
De pronto un pensamiento cruzó mi mente como un relámpago: “¡Para qué tantas banderas!”

En pocos segundos una compañera que caminaba delante de mí, se volvió y me enseñó en su móvil una imagen. Me quedé asombrada, porque aquella imagen respondía exactamente a mis preguntas. En la imagen una multitud en silencio marchaba con una sola palabra en sus corazones: “Dignidad”.

Sí, En estos momentos críticos que vive el ser humano de la Tierra, ya es hora de comprender que las banderas, los partidos, las facciones y los grupúsculos, fueron inventados para diferenciar a unos de otros, para encontrar identidades, para hacerse fuertes en la diferencia.

Ahora ya no necesitamos poner el acento en lo que nos diferencia; ya sabemos que todos y cada uno de los seres humanos somos únicos; ahora lo que necesitamos es encontrar lo que nos une, lo que tenemos en común, lo que podemos hacer juntos para evolucionar unidos. 

Entonces, ¿para qué nos sirven las banderas? Es hora de soltar los mástiles, que pesan demasiado; es el momento de, seguros en la propia singularidad, dar lo mejor de nosotros mismos para el bien común; aportar esa cualidad individual al conjunto del puzle; esa idea creativa para solucionar problemas entre todos, esa voz única al gran coro de los seres humanos que han tomado las riendas de su destino común y saben compartir el camino.

Carmela González



No hay comentarios:

Publicar un comentario